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Un curioso viaje a EE UU

Descubre la comunidad Amish de Lancaster, un viaje en el tiempo

Cuando pensamos en viajar a Estados Unidos, nos imaginamos grandes ciudades en las que los rascacielos y la modernidad son los protagonistas. Pues bien, también existen rincones en los que se viaja en el tiempo. Hoy hablamos de la comunidad Amish de Lancaster.

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En nuestra mente, Estados Unidos está directamente relacionado con las grandes ciudades, los rascacielos interminables, el glamour y la modernidad. Algo completamente lógico si pensamos en ejemplos como Nueva York o Los Ángeles, pero que dista enormemente de la realidad. Estamos hablando de un país extensísimo, un país en el que encontramos paisajes de todo tipo y también ciudades y pueblos muy diferentes entre sí. La naturaleza, por ejemplo, también es protagonista allí. Lo que quizá no sabes es que también se puede viajar en el tiempo, sin necesidad de máquinas ni experimentos.

A tan solo unas horas en coche de Nueva York, nos encontramos con el condado de Lancaster, donde se halla la segunda congregación Amish más grande de Estados Unidos. Estamos hablando de un grupo etnoreligioso conocido mundialmente por llevar una vida sencilla, en la que la modernidad no tiene cabida. Es decir, en su día a día no utilizan la electricidad (ni siquiera la tienen en sus casas), no poseen coches tradicionales, no acuden a las mismas escuelas que el resto y su única ocupación suele estar relacionada directamente con el campo. Lejos del bullicio, de la tecnología y de esas urbes que imaginamos, en Estados Unidos también existen comunidades que viven tal y como lo hacían en el pasado.

Allí, en Lancaster, podemos conocer otra cara del país y, sobre todo, conocer una cultura completamente diferente a la nuestra y en torno a la que hay muchos mitos. Se organizan excursiones diariamente, pero también puedes visitar la zona por ti mismo si tienes un coche de alquiler. Además, es muy sencillo identificar las granjas de los Amish y sus escuelas. En el caso de las primeras, es tan fácil como comprobar que no hay ningún cable de corriente que entre a la casa, así como buscar un tanque de gas de propano en sus territorios. Es con este gas con el que calientan las casas, etc. Además, verás que suelen ser casas bastante sencillas en cuanto a decoración, pero bellas y muy limpias.

Como decimos, las escuelas también son fáciles de identificar. Son muy pequeñas y están formadas por tres edificios: uno algo más grande en el que se da la clase y dos más pequeños, los baños femenino y masculino. Generalmente, también cuentan con un pequeño patio en el que puede haber dos porterías. Los niños Amish no juegan con elementos tecnológicos, como imaginas, por lo que deportes como el fútbol son muy socorridos. Eso sí, ellos no entienden el deporte como una competencia, sino como un juego. Dicen que ni siquiera cuentan los goles.

Recorriendo la zona de Lancaster, además de contemplar estas granjas y estas escuelas, podrás cruzarte con los vehículos de los Amish, carros tirados por caballos, descubiertos cuando están solteros y cubiertos cuando ya se han casado. También, si hace buen día y tienes suerte, puedes ver una de sus curiosas ‘bicicletas’. Con las mismas ruedas y el mismo manillar que nuestras bicis, prescinden del sillín y en su lugar colocan una especie de patinete sobre el que se mantienen de pie. Esto ocurre, dicen, porque entienden que la bicicleta tradicional les puede llevar lejos de casa, y eso es algo que ellos no conciben.

Por si esto fuera poco, los Amish de esta zona organizan diferentes mercados en los que venden los productos de sus granjas (así como su artesanía), lo cual te dará la oportunidad de probar alimentos con un sabor único y, además, de interactuar con ellos. Aunque muchas veces pensamos que lo tienen prohibido, es un falso mito. Los Amish se relacionan con el resto de culturas, negocian con ellas, pero mantienen la intimidad de sus casas para ellos.

Otro de los aspectos que más te llamará la atención de estas congregaciones Amish, que viven a sólo unas horas de Nueva York, es su vestimenta, por supuesto. Siempre de un mismo color, vestidos largos y gorros para las mujeres, las enormes barbas de los hombres… Lo que siempre hemos visto en las películas, pero a centímetros de nosotros. Una visita diferente que, además, te permitirá conocer una cultura de la que ignoramos muchos detalles. Nuestra recomendación es que acudas con guía, para poder aprender más, y que viajes en primavera o verano, para poder aprovechar actividades que realizan los propios Amish, como paseos en sus carros.

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