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Vestigios de la Unión Soviética

Una estación aeroespacial abandonada en medio de la estepa

Dos transbordadores espaciales a medio construir en un cubo gigante de metal es lo que dejó la industria aeroespacial soviética en un lugar remoto del desierto de Kazajistán. Entrar en el hangar gigante es como acudir a un lugar postapocalíptico.

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Si buscas una escapada a un lugar que realmente no esperarías nunca tener a tu alcance, con su poquito de apocalíptico y su pizca de estudio cinematográfico, no te lo pienses más y vete corriendo al desierto de Kazajistán. Allí, en medio de la nada, se encuentra uno de los lugares abandonados más increíbles del planeta: una estación aeroespacial.

Sí, como lo oyes. La industria aeroespacial soviética levantó aquí un centro de fabricación de naves espaciales y transbordadores, el cosmódromo de Baikonur, que en su día fue el primer y más grande centro operacional del sector y donde se crearon herramientas y logísticas para el lanzamiento del Sputnik I, entre otros.

Es un lugar de muy difícil acceso, situado en medio de la estepa y con una contaminación lumínica inexistente, donde se puede trabajar en cualquier asunto sin que nadie lo sepa durante semanas e incluso años. Es por ello que aun hoy, décadas después del abandono, haya muchos que aun no saben que ahí mismo se encuentra esa especie de caja de zapatos de hierro en cuyo interior, en vez de no haber nada, hay dos transbordadores a medio construir.

De hecho, se supone que llevan allí más de 20 años. Y más que podrían estar si el fotógrafo ruso Ralph Mirebs, que es el que firma las imágenes, no hubiera llegado hasta allí cámara en mano para inmortalizar lo que podría parecer un decorado para una película postapocalíptica. Pero no, el polvo acumulado, el hierro oxidado, los raíles para el trabajo alrededor de la nave y las dos naves en sí son absolutamente reales.

El hecho de que esté abandonado permite, por su parte, que los curiosos amantes de los lugares insospechados puedan hacer de las suyas. Obviamente, robar aquí algo es bastante absurdo, sobre todo porque a ver cómo te llevas un trasbordador espacial en la mochila de vuelta a casa, pero solo por poder estar ahí y verlo con tus propios ojos ya merece la pena.

La nave industrial, que realmente es un hangar gigantesco, tiene una altura de nueve pisos, a los que se accede por escaleras laterales. En medio del lugar, un buen número de andamios de hierro permiten conocer mejor el proceso de creación de un trasbordados, especialmente del que se encuentra mucho más avanzado, con el morro completamente acabado y tres de las alas (le falta el motor y el acondicionamiento interior). Claro que es el cuadro de mandos, que sí se encuentra ya montado, el que más curiosidad despierta, pues puedes sentarte ante ellos.

Ambas forman parte del programa Buran, el más costoso de la industria aeroespacial soviética y que nunca se completó. Fue la respuesta de la URSS en los 70 y 80 al programa Space Shuttle de Estados Unidos. Boris Yeltsin lo terminó de aniquilar en 1993. Ahora se trata de todo un cementerio, el único abandonado de naves espaciales en todo el planeta.

Más información:
Ralph Mireb

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