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Tierra de Whisky

Islay, una isla con muchos grados

Uno no ha estado en Escocia si no visita Islay, una pequeña isla de apenas 3.000 habitantes (a los que no se les entiende nada) famosa por sus destilerías de whisky y por ser uno de los mejores lugares para la observación de aves: grados… y a volar.

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Aterrizar en Islay es un deporte de alto riesgo, sobre todo si los cielos están cubiertos y barrunta tormenta. Desde lo alto uno ve un pequeño camino que comienza a pie del mar y exclama: ¡no puede ser! Sí, lo es. La avioneta roza el agua y para al lado de una caseta blanca: es el aeropuerto… Pero la experiencia merece la pena.

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La isla más septentrional de las Hébridas Interiores tiene 600 kilómetros cuadrados salpicados de granjas, destilerías, lagos y ruinas ancestrales. Todo esto se puede ver muy deprisa (en un taxi se recorre la isla de punta a punta en dos horas… o menos) o tomárselo con relax y disfrutar apaciblemente de sus encantos. Recomendamos esta última opción, aunque una leve llovizna empañe el parabrisas del coche o le obligue a sacar el paraguas.

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Sí, Islay es famosa por sus whiskys de malta, verdaderas obras de arte apreciadas en todo el mundo por los paladares dados a ese placer. La turba, que cubre la mayor parte del interior, da el sabor único a sus maltas, como Bowmore, Laphroaig o Ardberg. Esta última destilería ha sido galardonada durante años con los premios al mejor whisky de malta del mundo. Su visita, como al resto de destilerías, es obligada: ofrecen rutas por su interior con catas incluidas y disfrutar del proceso de producción (una experiencias enriquecedora).

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Una de las mejores maneras de conocer a fondo la isla es subirse en el barco Isle Of Islay, que está amarrado en el Port Ellen. Desde este barco de pesca, y en excursiones que duran hasta dos horas y media, se paladea su impresionante línea costera y, aparte de pescar (si es lo suyo), tendrá la oportunidad de ver ciervos, águilas de cola blanca y focas. La otra opción es más corta, de dos horas, y finaliza el viaje en la destilería de Ardbeg, no podía se de otra manera.

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Ya que está en Islay, no está de más acercarse a la cercana región de Argyll y recalar en Persabus Pottery y Ceramic Café, situado en una granja en lo alto de una colina. Allí ofrecen talleres de pintura de cerámica para todas las edades, de esmaltado, y crear su propia pieza de cerámica. Terminada la faena, tómese alguno de sus deliciosos pasteles, bollos y sándwiches caseros y recién preparados, se sienta en uno de sus bancos y alucine con las vistas de la cercana Islay y de Jura.

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Si le apasiona el golf, el Machrie es su lugar. Este campo de golf es uno de los más antiguos y con tradición de toda Escocia… desde 1891 lleva deleitando a cientos de golfistas que acuden a sus ondulados greens para darle a la bola y, de paso, gozar con las impresionantes vistas que tiene hacia la bahía de Islay.

Y antes de abandonar la isla es de ley visitar la Reserva Natural Loch Gruinart, orgullo de los escoceses y de los habitantes de Islay. Parapetado en alguno de los centros de observación que salpican sus innumerables senderos tendrá la oportunidad de avistar, y dependiendo de la época del año en que vaya, gansos blancos, escolopácidos, frailecillos, zarapitos, codornices… Todo un espectáculo.

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